Desde tiempos coloniales las plazas fueron el centro de la vida civil y social de una provincia, un municipio o una comuna. Siempre fueron el escenario elegido por las masas para expresarse. Resulta lógico entonces entender por qué es el lugar donde los tucumanos se congregaron para celebrar las tres conquistas de la Copa del Mundo que consiguió la Selección.
Las reacciones siempre fueron más o menos las mismas. A los pocos minutos de que la final finalizara, miles de tucumanos, en una verdadera oleada humana ya copaban el paseo público. Una marea celeste y blanca se apoderaba durante varias horas de ese lugar. Pero con el correr de los años, al analizar las crónicas de las épocas, los excesos y los disturbios están directamente relacionados al incremento de personas que se arriman a la plaza a celebrar.
“Sobre una alfombra de gritos la Argentina transitó su noche de gloria”, publicó LA GACETA el 26 de junio de 1978 al abrir la crónica anónima de los festejos por la obtención de la primera Copa del Mundo. “Ni Menotti, ni el asombroso Kempes, ni el Fillol de los reflejos increíbles. Ni siquiera esos nombres que construyeron la victoria resonaron en las calles. Solamente Argentina. Única. Excluyente. Entrañable centro de todas las ofrendas”, añadió el periodista, que no pudo contar que fue la concentración más importante en tiempos de una dictadura que prohibía a los ciudadanos reunirse para expresarse.
En la nota que ocupó toda una página también se pudo leer: “destinataria de las lágrimas que se despeñaban desde lo alto de sus hijos. Eje de la alegría gigantesca. Principio y fin de lo que anoche quedó cumplido, sellado y echado a la historia. Pero no a la historia del fútbol solamente, sino a aquella que registra la grandeza moral de los pueblos”.
Por la conquista del Mundial de México se vivió algo similar. “En Tucumán, la alegría fue desbordante y la gente se volcó masivamente a la plaza Independencia. En las ciudades y localidades del interior también fue enorme. Sin embargo, en medio de tantos festejos, hubo momentos dramáticos en nuestra ciudad. El joven Bernardo Auad, de 16 años, perdió la vida víctima de una insuficiencia cardiorrespiratoria, mientras participaba de la fiesta popular”, se pudo leer en la tapa de LA GACETA. Nuestro diario le dedicó además una página con las imágenes de la celebración.
La espera de más de 36 años se hizo notar en la plaza Independencia. Nunca antes había recibido tantos fanáticos para celebrar. Nunca antes se había montado un operativo de seguridad para evitar incidentes. Miles y miles se volcaron a celebrar en las calles la tercera corona. Pero esa no fue la única novedad.
Por primera vez, el Salón Blanco de la Casa de Gobierno estuvo desierto en una final del Mundial. El gobernador interino Osvaldo Jaldo decidió verlo en Trancas junto a sus seres queridos, rompiendo con una tradición. En 1978, el general (r) Montiel Forzano convocó a todos sus funcionarios a presenciar el encuentro en ese lugar. En 1986, el gobernador Fernando Riera lo hizo acompañado por la entonces senadora nacional Olijela del Valle Rivas.